Martín Orlando Barrera Cobos
Enfermero – Especialista en salud mental Secretaria de Salud de Boyacá Gobernación de Boyacá – Colombia
Somos conscientes que estamos presentes para hacer del mundo algo diferente a nuestro paso por él. Trabajamos en salud pública, para nosotros enfermería comunitaria, porque nos molesta la injusticia y creemos qué debe existir una oportunidad diferente para las personas que nacen y viven sus vidas en condiciones adversas, además creemos que es posible una vida sin contratiempos que pueda ser disfrutada sin desventajas y que cualquier persona lo pueda lograr.
Trabajamos en salud pública porque nos encanta conversar con las personas y a ellas que nosotros las escuchemos; también porque nos fascina la cercanía de las familias y la comunidad. Trabajamos en salud pública por qué no nos gusta el olor a hospital y amamos la autonomía de nuestras decisiones. Nos gusta ver día a día cómo pueden mejorar las vidas de quienes cuidamos y no solo salvarlas de la muerte. Para nuestras colegas de blanco el acecho de la muerte y su lucha constante con ella, es inevitable, dejando una huella de alegría, esperanzas y también tristezas; para nosotros no es muy diferente, pero ante quién estamos es ante la vida que llevan las personas día a día, con todos sus anhelos y esperanzas y nosotros entramos en ellas para que la cuiden mejor y la disfruten.
Nuestras colegas de blanco conocen del dolor humano, nosotros entendemos al humano, pues sabemos de sus circunstancias, lo que nos coloca en un lugar de compromiso para ayudar a cambiar la vida de las personas y las circunstancias qué no armonizan con la alegría de una buena vida. No juzgamos al otro, por qué entendemos que las circunstancias de el/ella, son a menudo también las nuestras. Retomando las palabras de Gandhi, en nuestro que hacer en la comunidad solo nos queda “ser el ejemplo que queremos ver”.
Estamos trabajando en comunidad y con la comunidad porque nos agradan las personas, nos agrada saber que podemos contribuir a cambiar o enriquecer sus vidas y más aún nos agrada verlas sanas y lo más lejos posible una experiencia de internación hospitalaria.
Para nosotros la verdadera enfermería ha sido la comunitaria; trabajo que demanda tiempo y un gran compromiso; pero es necesario hacer un alto en el camino y reflexionar. Detener la rutina diaria de la vida que llevamos con gran frecuencia a una velocidad que supera la de la luz. Debemos parar y reflexionar con más frecuencia, prestando atención y observando en nosotros cómo estamos llevando la vida que tenemos, y qué tanto nos gusta; en otras palabras, es una invitación a mejorar el nivel de conciencia de todo cuánto sentimos, pensamos, soñamos y cuidamos.
Creo profundamente que somos poco indulgentes con nosotros mismos, aceptando cosas en nuestras vidas a nivel personal y laboral que chocan con nuestros intereses, nuestra vocación y con frecuencia con la ética, bajo justificaciones de tipo económico o peor aún sesgadas por el miedo y la incertidumbre.
No es un reclamo, es una reflexión de porque a veces la vida que elegimos no corresponde exactamente con la que vivimos y aun así continuamos viviéndola como un acto de supervivencia, muy lejana de lo que es verdaderamente una vida humana, con un propósito, qué para nosotros es cuidar la experiencia humana de la vida. El ritmo que tenemos solo admite un nivel de funcionamiento, en piloto automático, pues ahorra energía, optimiza resultados, mejora la eficiencia, y por supuesto la eficacia, pero desgasta la maquinaria humana de la que estamos hechos a una velocidad alarmante.
Esto que digo es evidenciable en cambios de humor, sentimiento frecuente de frustración e impotencia y a veces mucha ira que se canaliza hacia nuestro cuerpo y nuestra mente provocando estrés, dolor y sufrimiento innecesario. Quiero detenerme un poco en el sufrimiento, el cual tiene una tradición patológica como una manera inevitable de llevar nuestras vidas, con la esperanza de ser purificados para acceder al paraíso, así las cosas, el camino elegido solo puede tener sentido con el sufrimiento perse, lamentablemente nuestro ejercicio profesional puede terminar en la rutina del sufrimiento sin sentido.
No hemos entendido qué esforzarse y por lo tanto ser buenos en lo que hacemos y sufrir, son dos acciones muy diferentes. En el fondo puede ser un tema de actitud de cómo nos reconocemos, si lo hacemos como una pieza de una máquina que genera rentabilidad y equilibrio financiero o si nos reconocemos en nuestro sentido más humano como parte de una vida que se interconecta con otras para encontrar sentido en cada encuentro y desencuentro que tenemos con ellas en el plano personal familiar, laboral, académico, espiritual, social por citar tantas oportunidades humanas, más allá de ser una pieza más de una maquinaria.
La invitación en últimas, es dedicar una fracción de la empatía que ponemos en aquellos que cuidamos para nosotros. Lo que digo puede sonar a cliché, pero es tan cierto que, si no lo hacemos, corremos el riesgo de cuidar con sufrimiento lejos de la vocación que nos impulsó a estudiar nuestra profesión.
Por eso es pertinente distinguir entre acto de cuidado y “actividades” en relación con el quehacer de una profesión de la salud. Las actividades son acciones instrumentales fundamentadas en conocimientos y técnicas apropiadas. El acto de cuidado en cambio es una actitud moral, una forma de ser, una manera de asumir la profesión desde las más profundas convicciones, lo cual hace que tratemos a los demás como un fin en sí mismos, nunca como un medio1
Una reflexión e invitación final; hagamos lo que nos piden en un avión antes de iniciar el viaje a nuestro destino: primero colóquese su mascarilla antes de ayudar a los demás. Cuidar es lo más importante en nuestras vidas, pero quien cuida no puede desaparecer como humano, pues el riesgo, es cuidar con sufrimiento, deshumanizando el cuidado.
1 GAITAN CRUZ, Mara Cecilia. La humanización en el cuidado de enfermería
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